viernes, diciembre 1, 2023

Caminando por la niebla con María Botas, por Jaime Mairata

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Figuración y abstracción, el gran dilema de la historia del arte: realidad y mundo interior, línea y contorno frente a subjetividad e imaginación; la imitación de la naturaleza frente a la esencia de lo representado, la realidad conocida frente a las cosas en sí. Divergencias entre formas de crear que buscan llegar al espectador, emocionarle, como emociona la música. Talento, libertad, subjetividad y razonamiento, valores que se reflejan en la creación de una artista que busca en la niebla la excusa perfecta para expresar sus ideas y sus sentimientos para lograr relacionarse con el mundo que le rodea.

Pero la línea divisoria no es precisa: realidad distorsionada unas veces, representación de cosas no perceptibles como la soledad o el amor, utilizando elementos de la realidad conocida, otras. Imprecisión y vaguedad, como la niebla, esa suspensión de gotas microscópicas que reducen la visibilidad horizontal en la superficie terrestre.

Niebla que María Botas, artista de exquisita sensibilidad, licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense (1996), escoge como título de su exposición, para mostrarnos una obra en ocasiones figurativa y en ocasiones abstracta, donde la pintora se deja llevar por su imaginación y crea unas obras únicas producto de la emoción con un mensaje muy claro: la fuerza, la creatividad, la armonía y el sentimiento caben tanto en el arte figurativo como en el abstracto.

Lo que importa es la libertad de crear, la manera de pintar, el valor y la fuerza expresiva, el llegar al espectador con un lenguaje propio, con una representación autónoma de la forma, del color y de la línea para lograr una composición que puede existir o no en el mundo real, donde la artista se esfuerza en sintetizar las formas para hacerlas menos visibles a los espectadores y que así no identifiquen los elementos representados.

En esta exposición, mágica sin duda, María Botas busca desde su interior una forma diferente de expresar realidades cambiantes, unas veces concentrando su fuerza expresiva en las formas y en los colores de elementos figurativos y otras prescindiendo de todo ello y experimentando en la obra una realidad distinta, presente sólo en la imaginación de la artista. Se trata del fruto de una inspiración que busca en los materiales con los que trabaja superar la representación bidimensional de la pintura y alcanzar una realidad tridimensional que deje traslucir su nostalgia por lo natural, con la utilización siempre de procedimientos similares en los que pueden apreciarse elementos figurativos difíciles de identificar por el espectador. Probablemente éste dirigirá su atención a elementos naturales.

Figuración y abstracción: ausencia de valores absolutos, respecto a preferencias estéticas distintas, tan presentes hoy; superación de las modas del mercado del arte y reconocimiento de la multiplicidad de gustos como reflejo de una verdad incontestable: el arte es infinito y permite a cada uno buscar en él una revelación, fruto de la correspondencia que el espectador mantiene con la obra en la que la artista ha transformado el lenguaje cerrado de la materia en un lenguaje abierto, propio de la naturaleza.

En un lenguaje humano que hace inteligible dicha obra, la acerca al espectador y consigue que, a pesar de su complejidad, éste la entienda, que se comunique con ella. De esta manera, la artista sale de sí y consigue que la misma se convierta en un factor de estímulo de la conciencia y de la sensibilidad de las gentes.

En esta exposición observamos la importancia de la materia, de los materiales utilizados por la artista para que -tras su lucha con ellos- las obras existan y hagan sensibles su forma, su lenguaje visual: madera, capas de pintura superpuestas, bastante materia, colores transparentes que realzan la textura y los relieves.

Lo explicaba muy bien Lucio Muñoz cuando buscaba en el resultado final la explicación visual de su trabajo: «Para mí el proceso de creación no es sino un proceso vital. Un cuadro es un fragmento del trayecto recorrido. Un pequeño resumen de la experiencia vivida. Como la estación creada para un tren que no conduce a ninguna parte, o en todo caso a lo desconocido. Para el arte no puede haber meta conocida. Cada uno intenta explicar cómo maneja ese fragmento, pero siempre será una explicación incompleta, por fragmentaria y falta de referencias. Además el lenguaje pictórico es visual. Yo no puedo explicar un azul. Suele decirse que poesía es lo que se pierde en la traducción. En nuestro caso habría que decir que la pintura no se puede diluir en palabras, no aglutina, no tiene traducción. Todo lo que la historia del arte me ha transmitido estará en mis cuadros, pero no en mis palabras»

Y continúa así: «todo lo que Velázquez me dice está en Velázquez, es su pintura, no en lo que me cuentan, que por supuesto puede ser interesantísimo, pero no es Velázquez. Velázquez no tiene texto, no se lo pongamos si no hemos «leído» su pintura primero. De lo contrario, estaremos hablando de aspectos anecdóticos, sociológicos, filosóficos o literarios. La pintura es un lenguaje que se ha ido configurando en cada artista sobre la base de un proceso mental y de una selección sensorial de todo lo que las obras de los demás han sido sedimentando. Cada uno ha introducido sus códigos propios, sumándolos a los anteriores y haciendo que el gusto evolucione con aportaciones o propuestas: unas veces sutiles, casi imperceptibles, y otras, contundentes y demoledoras».

Y también como Lucio Muñoz, la pintura de María Botas ha sufrido un proceso en su solución: al principio la pintura aparecía de forma más tradicional, con el juego ortodoxo de la plasticidad pictórica, con el regusto de lo que se entiende por buena pintura. Hoy trabaja con una intención que requiere un comportamiento más natural de los materiales, como si quisiera que el propio cuadro se volviera naturaleza: transparencias, frotados, veladuras con los que consigue un mundo de texturas muy complejo que contrasta con la sencillez –difícil sencillez- de la estructura y que resulta muy gratificante para quien mira la obra.

Hay pintura que se desliza, que evoluciona al mezclarse con otros productos, que provoca que el material se comporte con naturalidad, como lo haría en la naturaleza. “Como algo que habiendo estado pintando se hubiera lanzado al mar y el mar lo hubiera devuelto con esa elegancia y dignidad con que lo devuelve todo, con esa verdad”.

En esta exposición nos encontramos con algunas obras prodigiosas, en el que formas orgánicas, trabajadas y manipuladas, se superponen a un fondo plano que las enfatiza en un relato espontáneo y a la vez complejo de la artista, que saca a sus propias fantasías de paseo mostrando una serie de formas y colores ante cuyo misterio la pintora se sorprende y reacciona tratando de buscar y conocer las entrañas de lo que crea, mientras revela en la textura final de su obra todo su proceso vital de creación. Todo un mundo interior de búsquedas y hallazgos, toda la poesía que María Botas transmite a su obra junto con fragmentos de su personalidad más oculta, pero siempre cercana.

Jaime Mairata.

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