Nuestra vecina Susana Álvarez nos regala esta preciosa crónica sobre la charla taurina que se celebró este miércoles en El Café del Infante, organizada por la Peña Volapié.
No fue en el Café de Levante, fue en el Café del Infante.
Ana Higueras, haciendo de alguacilillo de honor, abrió la puerta de esta gran construcción herreriana con su llave maestra, dejando que el aroma de sus jardines centenarios se colará en una velada de arte integrándose con las pinceladas de quiebros, naturales, y cinturas rotas, embebiendo en su capote a los asistentes al acto “Juan Mora, el toreo en verso”.
Los maestros rompieron el solemne paseillo. Luciano Nuevo, en un elegante mano a mano con el maestro Juan Mora, tratándose de tú a tú, dejaron que la magia empezara a colarse por las paredes en forma de palabras, fotografías, trasformándose en poesía.
El tiempo se paró. Y buscando un reloj imaginario, empezó a contar los minutos nuevamente en aquella tarde en la que Juan Mora tomaba la alternativa en Sevilla en un cartel para la historia. Imágenes se sucedían de aquel día. Dejaban de ser inertes por un momento. El embrujo de la palabra cadenciosa de su protagonista perfilaba cada trincherazo, cada medía verónica. Pausado, reposado, sintiendo, transmitiendo. Pase a pase caminaba por su propio recorrido, con pies juntos, con el mentón clavado en el pecho, firme, seguro. Poco a poco avanzaba en el reloj de su trayectoria, de su verdad.
Grandeza tenían las elegantes estampas, encumbradas más si cabe por los versos de Luciano Nuevo. Sonetos, romances, poesía en estado puro en la voz de Luis Gutiérrez; y de fondo, la sutil y oportuna guitarra de Javier Chanca acompañando eternos lances.
El respetable sintió, escuchó, miró. Con cada palabra, una sala en la que se colgó el cartel de no hay billetes, vibró al compás del arte. Los ojos brillaban, se sentían en esos ruedos, en aquellos tendidos, y cada uno de los allí presentes se trasportaban a un recuerdo, a una medía, a aquel natural o simplemente a un “yo estuve allí”.
El Arroyo de la Madre, adormilado entre viejos árboles despertó de su noble letargo. Entre sueños escuchó el aplauso unánime de la sala. El acto se cerró con un homenaje a la actuación del maestro en la Monumental de Barcelona, la que aquel día cerraba sus puertas. Pero como dijo ese torero curtido: “hablemos de letras y sentimientos”
Esta vez fue en el Café del Infante, no se escuchó el llanto de la Zarzamora, quizás hubo alguna lagrima de emoción, de esas que salen del corazón, del sentir. Pero si hubo palmas, alegrías y muchos olés, de esos que escapan de lo más profundo del alma casi sin querer.
Foto: Facebook Peña Volapié