20 de septiembre: llegamos algo tarde al arranque del gran concierto de pop rock de las fiestas, con el madrileño Txema Benítez y su banda subidos al escenario al aire libre de la explanada del Camino de Sacedón, un lugar espacioso y accesible muy apropiado para esta clase de eventos. No había escuchado antes a este cantautor y me encontré ante un grupo liderado por un tipo con presencia y carisma que cantaba temas que podríamos definir, a la antigua usanza, como rock duro: más próximos a los clásicos del heavy español que a la mítica movida de los 80 o el pop-noise-indie que surgió luego. Son canciones impactantes, descargas de energía eléctrica, percusión rotunda y voz fuerte y potente, acorde con la corpulencia de Txema, en la línea esperada de una buena banda de rock español de la escuela de AC-DC, el grupo que mejor definió la diferencia entre el sonido metal y el rock más sobrio en el que no predominan las notas más agudas.
Tras el descanso de rigor, se presentaba en Villaviciosa una banda madrileña legendaria, La Frontera. Se trataba de la actuación estelar de las fiestas, así al menos la veía yo por mis gustos e interés, y a mi modo de ver no defraudaron: Javier Andreu, Toni Marmota y los suyos se emplearon durante un largo show con una pasión aún evidente por lo que hacen, un virtuosismo instrumental adquirido a lo largo de los años y una puesta en escena propia de quienes, desde mediados de los 80, enarbolan la bandera del rock en su versión far west, Lucky Luke, forajidos Dalton y, subyacente, la raíz de un estilo original y puramente americano, gigantes como los californianos The Byrds o los reyes del rockabilly, The Stray Cats, cuya fusión a la española sería una banda como La Frontera, aunque, por supuesto, ellos manejan muchas más influencias.
A finales de los 80 hice amistad en la facultad con dos auténticos rockeros de entonces: Lucky era la viva imagen del vaquero de cómic, y Jose y su cuadrilla se peleaban en su barrio con bates de baseball con las bandas rivales, todo muy americano: otros tiempos en la capital del reino y otra música; me compré el primer álbum de La Frontera siguiendo su entusiasta recomendación.
Ayer noche, Javier Andreu me permitió volver a escuchar, muchos años después, temas de indudable calidad, enérgicos, vertiginosos o de profundo aroma a bourbon whiskey que me traen recuerdos de aquella época ya lejana: la canción que les dio nombre a sugerencia del famoso periodista Jesús Ordovás, La Frontera, Judas el miserable, Cuatro rosas estación, o el más moderno y quizá popular de su carrera, El límite, un rotundo éxito en su día. A sus 55 años, Javier conserva el porte y la fuerza de un rockero genuino y devoto, y aún canta con una voz elegante y muy personal, transmitiendo convicción como si hubiese nacido en Kansas City y su tema 7 calaveras surgiese del río del mismo nombre al este de San Francisco, en lo que un día fue la frontera a la que aluden las western movies, donde la ley se imponía con la pistola, el tomahawk o la horca.
Gran sonido, en suma, grandes temas, rockeros insobornables y honorables, solos de guitarra y batería sublimes y muchas gracias a La Frontera y a Villaviciosa de Odón por traerme este entrañable recuerdo, que ayer emergió de mi memoria mientras disfrutaba escuchando 7 u 8 temas, o quizá más, que casi había olvidado.
Cerraron cartel los cántabros de Reinosa La fuga, en un ambiente festivo consecutivo a las emociones previas. Tampoco conocía a esta banda de jóvenes músicos que deben de tener cierta fama a la que soy ajeno en mi afición a otros estilos: se trata de una banda de metal rock cercana al que tiene un enorme éxito en los Estados Unidos desde que surgieron grupos superventas como Aerosmith o Guns and roses, por poner dos ejemplos; una banda conceptualmente próxima a una época más moderna, con una mayor presencia de la melodía en sus temas sin caer en excesos empalagosos: equilibrada, muy bien ensayada y comprometida a dar espectáculo con sus bonitas, emocionantes canciones no exentas de originalidad y personalidad, interesantes y prometedores. Desgraciadamente, era ya muy tarde y un servidor, habiendo escuchado cuatro temas para poder decir algo de ellos, se retiró a descansar pensando en sus ineludibles tareas matutinas.