Nuestro vecino Javier Roldán ha querido compartir con nosotros este bonito y nostálgico recuerdo de la noche de Reyes
Todo empezaba un par de semanas antes con la carta a SSMM los Reyes Magos: agradecimiento por los regalos del año anterior y luego, en riguroso orden de menor a mayor, lista de peticiones para este año.
Y así, tras la vorágine de las Navidades y contando los días, las horas y hasta casi los minutos llegaba la tarde del 5, la cabalgata (nunca creí mucho en ella) y a casa corriendo a poner los zapatos, para que SSMM tuvieran claro dónde dejar los regalos a cada uno de los miembros de la familia, y algo de avituallamiento para camellos, pajes y, cómo no, para los Reyes Magos.
Ya en la cama, después de cenar, la noche mágica se convertía en una lucha por conciliar el sueño lo antes posible, no fuera que Los Reyes vinieran y, al vernos despiertos, pasaran de largo. Unas horas de sueño y ¡¡¡por fin!!! ya era el día 6, temprano, muy temprano, pero a fin de cuentas el día 6. Nunca entendía por qué a mis padres les costaba tanto levantarse a las 7 de la mañana cuando se habían acostado a la misma hora que nosotros, pero era cuestión de insistir un poco para que se levantaran y fuéramos a ver los regalos.
Otra vez, en riguroso orden de menor a mayor formábamos una fila tras la puerta del salón cuyo cristal esmerilado nos dejaba entrever paquetes y regalos. Se abría la puerta y todos nuestros sueños se convertían en realidad por arte de magia, por arte de esos Reyes Magos a los que nunca les estaré lo suficientemente agradecido por hacerme vivir tantas noches mágicas durante mi infancia.
Cualquier tiempo pasado fue mejor o, al menos, eso se dice y creo que, en este caso, la manida frase no puede ser más oportuna. Al menos nos queda el consuelo, precioso consuelo, de volver a vivir esta gran noche mágica con nuestros hijos, sobrinos, nietos o cualquier niño que, a estas horas, estarán ya de los nervios ante la inminente llegada de SSMM los Reyes Magos en su Noche Mágica.
Texto: Javier Roldán