Marga pertenece a uno de los colectivos que más han sufrido durante esta pandemia. Ella, como sus compañeras han estado en primera línea en la batalla contra el Covid-19, sin embargo, no han tenido el favor por parte de la ciudadanía que sí han disfrutado los sanitarios o los cuerpos de seguridad del estado. Marga no busca el reconocimiento, ni el aplauso, pero reivindica su trabajo.
Nuestra vecina lleva trabajando más de 20 años en una residencia de ancianos; un lugar en donde la pandemia ha golpeado con toda su crudeza. Ha visto como” susabuelitos” caían enfermos y a muchos de ellos la enfermedad se los llevó por delante. Se ha cansado de llorar de impotencia y de tristeza, pero se siente orgullosa de su profesión y de saber que estuvo hasta el último momento cuidando de sus mayores. Los que se fueron, no se fueron solos. Tuvo que dejar de ver la televisión y no comprende la imagen que se transmitió de que en las residencias se dejaba morir a los ancianos. Nada más lejos de la realidad, “nosotros convivimos con ellos los 365 días del año, llevamos con ellos muchos años, son parte de nuestra familia, ¿alguien puede pensar que los hemos dejado abandonados? ” se pregunta con pesar.
Nos hemos querido sentar con Marga para que nos contara de primera mano cómo se ha vivido la pandemia del Covid-19 dentro de una residencia de ancianos. Su día a día, en una situación que no podrá olvidar nunca.
Vayamos de forma cronológica ¿Cuándo detectáis el primer caso de Covid-19 en la residencia?
Marga: A primeros de marzo. Nosotros antes de que se decretara el estado de alarma ya cerramos la residencia a la visita de familiares, sin embargo, el fin de semana del 8 de marzo, una familiar que estaba infectado contagió a una abuela. Ésta empezó a enfermar a los pocos días y la derivamos al Hospital sin sospechar que podía ser covid, más tarde desde el Hospital nos confirmaron que tenía el covid y nos dispusimos a aislar a los abuelos, pero como los síntomas aparece al cabo de los días, cuando nos dimos cuenta, ya había contagiado a todos los abuelos de la planta. Así que cuando comenzó el confinamiento, nosotros ya teníamos a toda una planta infectada. Desde ese momento, cuando cualquier abuelo tenía algún tipo de problemas respiratorio, se le aislaba automáticamente, aunque no tuviera covid como medida de protección para él y para los demás.
La Residencia se dividió en dos
Marga: Sí, teníamos una planta para los aislados y otra de personas sin riesgo. En la planta de aislados, a los abuelos que estuvieron en contacto con un enfermo pero que no presentaban síntomas les poníamos en la puerta aislados, a los que ya teníamos confirmados, les poníamos en la puerta aislados por Covid y estaban aislados completamente, y los que teníamos sospechas, les poníamos en la puerta aislados, pero podíamos entrar sin llevar los EPIS al completo, ya que solo presentaban problemas respiratorios. Aunque al final casi todos los abuelos de la planta han terminado teniendo covid.
«Tuvimos que habilitar el gimnasio como si fuera un hospital para enfermos sólo de Covid-19″
¿Teníais equipos de protección?
Marga: En la primera semana no, porque nadie esperaba lo que al final pasó, pero cuando empezó a contagiarse los abuelos, si empezamos a buscar pantallas, a usar guantes y a los pocos días la dirección de la residencia nos facilitó EPIS para trabajar con seguridad. En ese sentido hemos sido unos privilegiados, porque sabemos de muchas residencias que el personal no ha dispuesto de estos equipos de protección. Aunque los EPIS eran limitados y al final teníamos que limpiarlos, desinfectarlos y demás para poder volver a utilizarlos. Además, desde el principio se nos reunió a todo el personal y nos dieron instrucciones por parte del personal del Hospital Puerta de Hierro de cómo protegernos, y de cómo utilizar los EPIS. En ese sentido, al ser una residencia muy grande, hemos trabajado casi como si estuviéramos en un hospital.
¿Cuándo estalló el pico de contagios?
Marga: A primeros de abril cuando me cambiaron al turno de noche. Esos días fueron horribles. Tuvimos que habilitar el gimnasio como si fuera un hospital para enfermos sólo de Covid-19. Bajamos a todos los enfermos y dejamos solo en las plantas a los abuelos que estaban en cuarentena. En el gimnasio empezamos a tratar a los abuelos con suero, con oxígeno como si estuvieran en un hospital. Este gimnasio ha estado funcionando durante toda la pandemia, hasta la semana pasada, pues a día de hoy ya no tenemos ningún residente con covid. Pero hemos tenido días muy duros, viendo como los abuelos iban empeorando y en muchos casos falleciendo. Hemos tenido 20 muertes y casi 50 abuelos contagiados.
¿Y del personal?
Marga: también muchos, prácticamente todo el personal de la tarde; en la mañana han sido cinco las personas que se han contagiado.
¿Tenías claro que te podías contagiar?
Marga: lo tuve claro desde el primer día, pero en ningún momento tuve dudas o miedo. Es mi trabajo. Si te dedicas a cuidar ancianos sabes que tienes riesgos de poder coger cualquier enfermedad que pudieran tener, pero lo asumes con naturalidad, lógicamente cuando estudias nunca piensas que pudiera venir una pandemia como la que hemos sufrido, pero si llega, como ha llegado, te enfrentas de cara a ella y realizas tu trabajo con la misma ilusión que siempre, porque el fin es cuidar de la mejor manera a todos los residentes, a los sanos y a los enfermos. Si debo reconocer que hubo algún día que se me pasó por la cabeza no ir a trabajar, pero no por miedo a contagiarme, sino porque era muy duro estar viviendo con ellos día a día y de repente ver como se te iban yendo uno detrás de otro y sin poder hacer nada para evitarlo.
Se ha comentado mucho, el trato que estaban recibiendo los ancianos en las residencias en general ¿Te dolían esos comentarios?
Marga: Mucho, porque no tenían razón y en muchos casos, por no decir en todos, hablaban sin saber. Yo no puedo hablar por otras residencias porque no estaba en ellas, ni sé cómo funcionan, pero estoy seguro que nunca hubo abandono de los ancianos. Nosotras a parte de la carga asistencial tenemos una carga emocional muy fuerte, porque nosotros vivimos con ellos todo el año, yo tenía ancianos que llevaba con ellos quince años y he visto cómo se me han muerto, ¿cómo pueden creer que los dejábamos abandonados?, si son parte de nuestra familia; ha sido duro escuchar esos comentarios, porque yo amo mi trabajo y me encanta cuidar de los ancianos. En la residencia además yo trabajaba con demenciados y éstos te aportan mucho y te agradecen mucho el cariño que les das y sobre todo durante esta pandemia, pues sólo nos tenían a nosotras. Hemos estado encima de ellos, pendientes de que comieran, de que bebieran, de que no se sintieran solos, porque si para todo el mundo ha sido duro estar encerrados en casa durante tres meses, imagínate ellos, encerrados en una habitación.
¿Ellos comprendían la situación que estaban viviendo?
Marga: había de todo, algunos abuelitos sí lo comprendían, pero otros no, sobre todo los demenciados, no entendían el por qué tenían que estar encerrados en una habitación tantos días y les ha afectado mucho, han perdido mucha más memoria de la que hubieran perdido normalmente, y han perdido movilidad, ten en cuenta que a los que no se les podía sujetar por su situación mental, había que sujetarlos y aunque los poníamos a andar por la habitación no es lo mismo. Ahora ya con la desescalada ya hemos podido sacarlos al exterior para intentar que recuperan la movilidad cuanto antes.
¿Me imagino que tuvo que ser impactante para ellos, veros con todos los equipos de protección puestos?
Marga: Al principio se asustaban cuando entrabamos a la habitación con los EPIS puestos. No nos conocían, están acostumbrados a vernos cara a cara y de repente pasaron a vernos con dos mascarillas, con trajes, gafas, gorros y demás. Pero poco a poco se fueron acostumbrando y ellos también empezaron a usar las mascarillas de forma rutinaria y ya la usan siempre cuando salen de sus habitaciones.
¿Has notado miedo en ellos?
Marga: No, porque no eran conscientes de lo que pasaba, piensa que al final estaban cada uno en sus habitaciones y cuando se ponían enfermos se les bajaba al gimnasio y al estar aislados no sabían lo que pasaba a su alrededor. Nos imaginamos que ahora cuando esto ya se tranquilice y empiecen a volver a verse y estar juntos y empiecen a darse cuenta que faltan algunos, pueden que se preocupen más, pero ellos no saben a día de hoy quien ha fallecido.
«Algunas familias piensan que podíamos haber hecho más, no entienden que no se les derivara a un hospital, pero eso es un tema en el que nosotros no podíamos hacer nada»
¿Cuántos ancianos han fallecido en tu residencia?
Marga: 20
¿Llega uno a acostumbrarse?
Marga: No,…bueno nosotras, o al menos yo, estoy acostumbrada a que se mueran. Todos los años hay ancianos que se nos mueren de diversas causas, la mayoría por la edad. Tenemos claro que a las residencias mucha gente va a morir con dignidad y a pasar la última etapa de su vida lo mejor posible y lo más confortable posible y por tanto estamos acostumbrados a que se mueran, pero a lo que no estábamos acostumbrados es a que se nos mueran cuatro en un día. Eso fue algo muy doloroso y estresante, he visto como se me han muerto en tres meses los mismos que en cuatro años y eso es lo duro. Además para nosotros es lo mismo el primer abuelito que se muere que el último, la única diferencia que puede haber es por la relación que tienes con ellos, por el tiempo que has pasado con ellos, que, en algunos casos, como te he comentado anteriormente han sido de más de quince años. Quizás en un hospital, uno puede llegar a acostumbrarse porque en el fondo no les conocen y su relación con ellos es cuestión de días, pero para nosotros forman parte de nuestra familia.
¿Cómo era el protocolo de actuación cuando un anciano fallecía?
Marga: Cuando morían teníamos que meterlos un sudario, lo rociábamos de lejía y luego lo metíamos en otro sudario y de nuevo lo rociábamos con lejía. Después como en nuestra residencia teníamos un tanatorio, se les bajaba ahí y esperábamos a que llegara la funeraria que en algunos casos tardaban varios días por el volumen de trabajo que tenían. Luego todo el camino desde la habitación o el gimnasio hasta el tanatorio se desinfectaba con lejía, al igual que el tanatorio una vez que se habían llevado al finado.
¿Podías desconectar cuando llegabas a casa?
Marga: Imposible, no podías. Siempre estabas pensando en lo que te ibas a encontrar al día siguiente, cómo iba a estar éste o aquél, y encima la televisión siempre hablando de lo mismo no te permitía desconectar. En ese sentido era un poco agobiante y decidí dejar de ver la televisión. A esto hay que añadir lo que oías de las residencias.
¿La relación con los familiares cómo ha sido?
Marga: En general bien, siempre han estado informados. Nosotros teníamos a un médico que todos los días llamaba a los familiares de ancianos enfermos y cuando empeoraban y estaban a punto de fallecer se les avisaba y podían venir a verlos diez minutos para poder despedirse de ellos- Luego hay familias y familias y algunas no lo han entendido, piensan que podíamos haber hecho más, no entienden que no se les derivara a un hospital, pero eso es un tema en el que nosotros no podíamos hacer nada. Tenían que darte permiso para derivar a los pacientes a un Hospital y los hospitales estaban saturados y no podían admitir a unos pacientes que en muchos casos estaban cercanos a los cien años y con una neumonía bilateral. A ellos, no les iban a poner un respirador.
¿Y en el caso de tu propia familia?
Marga: Ellos si han estado preocupados, tenían miedo que me pudiera contagiar y yo el miedo que podía tener era contagiarme y contagiar a ellos, porque yo elegí este trabajo y era consciente que me podía contagiar, pero ellos no tenían culpa de nada de mi trabajo, pero han estado siempre ahí apoyándome en mis días buenos y en los menos buenos.
¿Has llorado mucho?
Marga: sí, mucho…. me he cansado de llorar …. porque ha sido muy duro (a Marga se le empañan los ojos), han sido muchos días muy duros, recuerdo una noche que no dejé de llorar porque se me murió una señora a la que quería mucho y me tocó a mí verla irse de esa manera y aunque estuve con ella hasta el último momento también era duro pensar que no estaban sus hijas, sus nietas…y llorabas por ellas, porque al final también haces mucha relación con los familiares.
Nunca pensé que iba a pasar por esto, cuando estudié no podía imaginar que en un futuro pudiera vivir lo que he vivido en estos últimos tres meses. Ha sido surrealista, era como si estuvieras en una película de ciencia ficción.
¿Has aprendido algo de todo esto?
Marga: He aprendido que a pesar de todo lo que he vivido y he visto, me encanta mi trabajo y que volvería a hacerlo mil veces, tengo una vocación y me he demostrado a mí misma que no me equivoqué al elegir este trabajo.
Desde envillaviciosadeodon.es queremos dar las GRACIAS a Marga por su profesionalidad, dedicación y entrega.
Texto: redacción