La retirada de algunas esculturas y el cambio de nombre de algunos lugares y establecimientos emblemáticos son las medidas más controvertidas.
Pocas normas municipales han causado tanto revuelo y provocado tanto rechazo entre nuestros vecinos como la Ordenanza municipal 24/2018, para la erradicación del arte y el lenguaje sexista. Según reza su Exposición de Motivos, la norma tiene por objeto fomentar el lenguaje de género, tan de actualidad, y desterrar para siempre de nuestro municipio cualquier manifestación artística o lingüística que lleve implícito algún tipo de trato discriminatorio o desigual hacia la mujer.
Entre las medidas adoptadas cabe destacar el cambio de nombres de algunos lugares emblemáticos como la fuente situada enfrente del Cuartel de la Guardia Civil, que dejará de llamarse “Los caños” y pasará a llamarse “Las cañas”; o la retirada de dos populares esculturas que dejarán de forma parte de nuestro mobiliario urbano por ser consideradas machistas o vejatorias hacia el sexo femenino. Se trata de la emblemática estatua denominada “El rinoceronte”, del gran escultor Otero Besteiro, situada en la plaza del Humilladero, que será retirada por la simbología fálica que esconde su cuerno altivo apuntando desafiante al infinito; y de la estatua denominada “Leda poseída por Zeus”, del escultor Juan de Ábalos, ubicada en la fuente del Jardín Histórico, junto al Castillo, que muestra la estampa sexista de una mujer sumisa y sometida sexualmente a un salvaje ánade, y que será sustituida por otra escultura del mismo autor titulada “Apolo en un renuncio”, en la que es un hercúleo y bello varón el que sucumbe al apetito sexual de un animal, en este caso un enorme bóvido que lo domina y posee sin miramientos.
Pero si hay algo que ha suscitado el rechazo unánime de nuestros vecinos ha sido el artículo 6 bis de la Ordenanza, que obliga a todos los establecimientos que tengan un nombre o rótulo que pueda ser considerado sexista a reemplazarlo por otro acorde con los principios igualitarios informadores de la norma. El mandato afecta a, entre otros, aquellos establecimientos que atribuyen la propiedad y dirección del negocio a alguien con nombre de varón, por encubrir y tutelar un modelo de explotación machista en el que la figura del macho alfa se usa como reclamo publicitario y sinónimo de éxito y calidad. Todos ellos deberán cambiar su nombre, sustituyendo la acepción masculina por su versión femenina. Se trata de una medida coercitiva de dudosa constitucionalidad frente a la que ya se empiezan a rebelar algunos de los afectados. “Es absurdo, no tiene sentido, si al menos mi mujer se llamara Francisca…”, se ha lamentado en declaraciones a nuestro medio un conocido empresario villaodonense cuyo restaurante tendrá que llamarse a partir de ahora “El rincón de Paca”.
Texto.Redacción